Así lo expuso el presidente del
Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones
Agrobiotecnológicas (ISAAA, según sus siglas en inglés), Clive James, que
indicó que el número se países que cultivaban transgénicos aumentó a 29,
tras la incorporación de Suecia, Pakistán, Myanmar y Alemania. Estos dos
países europeos están cultivando la variedad de patata «Amflora» para el
uso de almidón con fines industriales.
Según los datos del ISAAA, un organismo de referencia en el estudio y
promoción de la transferencia de biotecnología aplicada a la agricultura,
los países emergentes y en vías de desarrollo, especialmente India y
China (cuarto y sexto productores mundiales, respectivamente, con 9,4 y
3,5 millones de hectáreas) son los que están mostrando un mayor
crecimiento, aunque aún están lejos de Estados Unidos, que lidera el
«ranking» con 66,8 millones de hectáreas cultivadas; seguido de Brasil,
con 25,5 millones, y Argentina, que durante el pasado año alcanzó los
22,9 millones de hectáreas. España se encuentra en el puesto número
dieciséis, con 100.000 hectáreas.
LUCHA CONTRA EL HAMBRE
James defendió, en unas
jornadas organizadas por la Fundación Antama y por la Fundación Foro
Agrario, el uso de esta potente herramienta para luchar contra el hambre
en el mundo, ya que se pueden conseguir alimentos más asequibles en zonas
del mundo donde las condiciones climatológicas son más extremas. El
presidente del ISAAA aseguró al respecto que el próximo año se espera
disponer a nivel comercial de un maíz resistente a la sequía, del arroz
dorado (con Omega 3), en 2012, y el arroz Bt antes del año 2015.
Por su parte, China, país en el cerca de 400 millones de habitantes viven
del arroz, ha anunciado a su vez que cultivará trigo modificado
genéticamente en 2017. Estas variedades mejoradas permitirán una mayor
viabilidad de las cosechas, especialmente en los países con más
dificultades. De este modo, en algo más de medio lustro los tres
alimentos básicos de la humanidad (arroz, maíz y trigo) contarán con
variedades transgénicas.
A su juicio, es necesario, por tanto, apostar por la biotecnología si se
quiere que en 2015, año clave por coincidir con los objetivos del
desarrollo del Milenio, se reduzca el hambre en el mundo a la mitad, tal
y como se comprometieron numerosos países. En la actualidad hay mil
millones de personas en el mundo en condiciones de miseria, especialmente
en África y Asia.
No hay que olvidar también
-según James- que la población irá en aumento. La Organización de
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), estima que
en 2050 habrá más de 9.000 millones de personas poblando la tierra y es
un hecho que con el actual modelo productivo es imposible que haya
alimentos para todos, según señalan todo tipo de expertos.
Pero es que además, los
cultivos biotecnológicos, asegura James, aportan otra serie de beneficios
como un mayor aumento de la productividad (que ha permitido obtener unas
ganancias de 65.000 millones de dólares), una mayor resistencia a las
plagas, lo que se traduce en una menos utilización de fitosanitarios
(entre 1996 y 2009 se ahorraron 393 millones de kilos de pesticidas) y
una mayor protección de la biodiversidad, ya que al aumentar los
rendimientos no es necesario convertir bosques y zonas verdes en
cultivos.
MENOS EMISIONES DE CO2
Finalmente, también realizan un
menor impacto medioambiental, ya que ahorran agua (y más en el futuro con
las nuevas variedades resistentes a la sequía) y emitiendo menos
emisiones de CO2 a la atmósfera. Las variedades tolerantes a herbicidas
permiten un control de las malas hierbas sin tener que arar varias veces
la tierra y expulsar por tanto mayor cantidad de anhídrido carbónico, lo
que reduce de manera importante el riesgo de erosión de los suelos
agrícolas.
Sólo en 2010 se produjo con estos
cultivos una disminución en torno a 18.000 kilos de dióxido de carbono,
el equivalente al desplazamiento de entre siete y ocho millones de
vehículos al año. Otras técnicas, como la agricultura de conservación,
que puede emplearse en cultivos tradicionales y orgánicos, también
permiten emitir menos CO2 al aire, gracias a maquinarias de siembra
directa que lo hacen en una sola pasada.
En cuanto a la seguridad de los organismos genéticamente modificados,
Clive James asegura que estos cultivos llevan ya muchos años de estudios
que avalan, primero en los campos de pruebas y después en los aquellos
que ya están aprobados y llevan años comercializándose, que «son
seguros», ya que no ha habido «ningún caso negativo»; es más, hay
estudios que demuestran que «tienen menos toxinas que otros cultivos
convencionales y ecológicos», indicó.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario